Soy una parte de la parte que al principio era todo.
Una parte de esa oscuridad que dio nacimiento a la luz,
La luz orgullosa que ahora disputa a su madre la Noche
Su antiguo rango y el espacio que ella ocupaba.
Hoy quiero dejaros con Giacomo Leopardi, uno de los primeros poetas del romanticismo de origen Italiano. Su visión del mundo aún no es muy lóbrega, sino algo más bohemio, buscando en lo desconocido; la simplicidad de la vida y su fugacidad; lo baldío de lo eterno...
El infinito
Siempre caro me fue este yermo collado
Y este seto que priva a la mirada
De tanto espacio del último horizonte.
Mas sentado, contemplando, imagino
Más allá de él espacios sin fin,
Y sobrehumanos silencios, y una quietud hondísima.
Tanta que casi el corazón se espanta.
Y como oigo expirar el viento en la espesura,
Voy comparando ese infinito silencio
Con esta voz: y pienso en lo eterno,
Y en las estaciones muertas, y en la presente viva,
Isabel, o también conocida como Elizabeth Báthory de Ecsed nació en una de las familias más antiguas y ricas de Transilvania, pasando su infancia en el castillo de los Ecsed.
Como era normal en la época, a los once años fue prometida al Conde Ferenc de Nadasdy, quien le doblaba la edad.
Un año después, se mudó al castillo de los Nádasdy, para ir conociendo a su nueva familia; aunque nunca hizo buena amistad con su suegra Úrsula.
A diferencia de la mayoría de la gente de su tiempo, la cultura y saber de Isabel sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Hablaba perfectamente el húngaro, el latín y el alemán, mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni deletrear ni escribir.
En 1575, teniendo la edad de quince años, se casó con Ferenc.
El joven conde no pasaba mucho tiempo en el castillo pues la mayor parte del tiempo estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la zona y empalando a sus enemigos, por lo que le pusieron el apodo de "Caballero Negro de Hungría".
En 1585, la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años siguientes dio también a luz a Úrsula y Katrynna. Finalmente, en 1598, alumbró a su único hijo varón, Pablo.
El 4 de enero de 1604, el Caballero Negro de Hungría murió de súbita enfermedad durante una de sus batallas y dejó viuda a Isabel a los 44 años.
Es aquí cuando comienzan sus supuestos crímenes.
Según la leyenda, Elizabeth Erzsébet vio a su paso por un pueblo a una anciana decrépita y se burló de ella. La anciana ante su burla la maldijo diciéndole que ella también estaría como una vieja en poco tiempo.
A partir de esto, en 1604, poco después de la muerte de su marido se desató su locura. Una de sus sirvientas adolescentes le dio un involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando. Al principio tuvo mucha suerte: la condesa reaccionó reventándole la nariz de un fuerte bofetón.
Pero cuando la sangre salpicó la piel de Erzsébet, a ésta le pareció que allá donde había caído desaparecían las arrugas y su piel recuperaba la lozanía juvenil. La condesa, fascinada pensó que había encontrado la solución a la vejez, y siempre podría conservarse bella y joven. Todas las leyendas sobre canibalismo aseguran igualmente que la sangre humana prolonga la juventud.
con la ayuda del mayordomo y su doncella, desnudaron a la muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello y llenaron un barreño con su sangre. Erzsébet se bañó en la sangre, o al menos se embadurnó con ella todo el cuerpo, y probablemente la bebió, para recuperar la juventud.
Entre 1604 y 1610 , los agentes de Erzsébet se dedicaron a proveerla de jóvenes para sus rituales sangrientos.
Más adelante, tomó la costumbre de quemar los genitales a algunas sirvientas con velas, carbones y hierros por pura diversión. También generalizó su práctica de beber la sangre directamente mediante mordiscos en las mejillas, los hombros o los pechos.
En 1609 , por la falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos crímenes, cometió el error que acabaría con ella: comenzó a tomar a niñas y adolescentes de buena familia para educarlas. Algunas de ellas comenzaron a morirse pronto por las mismas "causas misteriosas y desconocidas". Esto no era raro en aquella época, con sus elevadísimas tasas de mortalidad infantil y juvenil, pero en el "internado" de Cachtice el número de fallecimientos era demasiado alto. Ahora las víctimas eran hijas de la aristocracia menor, por lo que sus muertes eran consideradas importantes.
Finalmente, una de las víctimas logró escapar antes de que la matasen e informó a las autoridades religiosas.
Todos los seguidores de Isabel, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados. A las brujas Dorotea, Helena y Piroska les arrancaron los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre de cristianos" y las quemaron vivas.
Pero la ley impedía que Isabel, una noble, fuese procesada. Fue encerrada en su castillo. Tras introducirla en su mazmorra, los albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la comida.
El 21 de agosto de 1614 La Condesa Isabel Báthory murió tras cuatro largos años emparedada, sin ni siquiera ver la luz del sol.
Pretendieron enterrarla en la iglesia de Cachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que la "Señora Infame" fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra sagrada. Finalmente, y como era "uno de los últimos descendientes de la línea Ecsed de la familia Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed, en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa familia. Todos sus documentos fueron sellados durante más de un siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.