jueves, 22 de abril de 2010

La metamorfosis del Vampiro

La mujer, entretanto, con su boca de fresa,

Retorciéndose como serpiente entre las brasas,

Colmando con sus senos los hierros del corsé,

Recta estas palabras impregnadas de almizcle:

" Yo tengo el labio húmedo y conozco la ciencia

de olvidar en el fondo de un lecho la conciencia.

Seco todos los llantos con mis senos triunfantes,

Reír hago a los viejos con risas infantiles.

¡ Y para quien me vea desnuda y sin mis velos

soy la luna y el sol, las estrellas y el cielo!

Soy, mi querido sabio, tan erudita en goces,

Cuando ofrezco el pecho a crueles mordisco,

Tímida y libertina, y frágil y robusta,

Que sobre eso colchones que de emoción se pasman

Lo impotentes ángeles por mí se perderían!"

Cuando ella hubo chupado de mis huesos la médula

Y yo, lánguidamente me hube vuelto hacia ella

A besarle los labios con amor, hallé sólo

¡un pringoso pellejo, chorreante de pus!

Cerré al punto los ojos, en mi gélido espanto,

Y cuando volví a abrirlos a la claridad viva,

A mi lado en lugar del maniquí potente

Que al parecer tenía gran provisión de sangre;

Restos de un esqueleto se agitaban confusos;

De ellos brotaban el grito que lanza una veleta

O un rótulo que pende de una barra de hierro

Y hace girar el viento en las noches de invierno.



Charles Baudelaire

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